domingo, 18 de octubre de 2009

Formando Trabajadores Sociales

Desde hace tiempo supe la noticia: me han encargado impartir una asignatura optativa llamada "Psicología del Envejecimiento y la Dependencia" para tercer curso de Trabajo Social.

Me siento muy halagada por la confianza depositada en mi conocimiento del tema por parte del Departamento al que estoy vinculada, y muy agradecida a los alumnos de otros años que se han matriculado, motivados por aprender más cosas sobre la intervención con los mayores.

Sólo puedo decir "muchas gracias y bienvenidos". Estoy preparando las sesiones una por una para que sean lo más interesantes posibles. Todo lo que tengo se lo debo a mis Pozos de Sabiduría de todos estos años y a mis alumnos de Trabajo Social.

MUCHAS GRACIAS!!

Ser o no ser... SORDA!!! (2)

Contando el caso de Beatriz, ahora viene el más divertido, el de Laura, una mujer solitaria, muy escrupulosa de la limpieza, siempre pensando en que se va a contagiar de microbios, gérmenes, bacterias... Pero ahora viene al caso parafrasear a Shakespeare "to be or not to be (deaf), that is the question".

Laura sí tiene diagnóstico de hipoacusia, y bastante deterioro cognitivo. Pasa todo el día caminando sin parar, a gran velocidad, y como no oye casi nada, si se marcha al fondo del pasillo y se le llama, no viene. No oye a quien le está llamando.

Lo más curioso es decirle algo a Laura: a veces comprende si se le habla como un robot, separando mucho las palabras, pero eso sólo ocurre cuando está inspirada, porque parece tener un problema de percepción del lenguaje, como si no supiese separar las palabras que se le dicen.

Este es un diálogo habitual con ella:

- Laura, siéntate que tienes que tomar el postre.
- Quéeeee???
- QUE TIENES QUE TOMAR EL POSTRE.
- Quéeee??
- QUE TE SIENTES.
- No te oigo.
- QUE TE SIENTES PARA EL POSTRE.
- No sé qué me dices.
- (más volumen aún) SIÉNTATE QUE VIENE EL POSTRE.
- No me chilles, que no soy sorda.
- SIÉNTATE, LAURA.
- Es que me hablas sin voz, no te oigo.
- ¿LAURA ME OYES?
- No soy sorda, pero no te oigo, tienes una vocecita más delicada...

¿En qué quedamos?

Ser o no ser... SORDA!! (1)

Buenas noches, blogueros!!

Si hay algo que mi madre me echa en cara frecuentemente es que hablo con un volumen de voz un poco alto; siempre me dice que baje la voz porque no estoy "rodeada de ancianitos" ni "dando clase". Y que es algo común en los que trabajamos con mayores: que como los mayores tienen su presbiacusia y no nos oyen bien, hay que hablar más alto.

Tengo unas preguntas: ¿O es que no nos entienden? ¿O que, quizá, voluntariamente, no quieren oír o escucharnos? ¿Se hacen los sordos?

Y ahora el caso real: Beatriz. Es una residente que tiene una considerable hipoacusia, pero que cognitivamente está bien. Tan bien que, a veces, habita en la residencia, y otras se marcha a su casa en autobús. Los primeros días que empecé a conocerla bien, me extrañó que no se quejara de su compañera, pero luego lo comprendí.

Beatriz se escuda mucho en su sordera, sobre todo cuando no quiere oír lo que se le dice: que no se vaya a casa, que duerma en la residencia, que cada vez anochece antes, que en el autobús puede perder el equilibrio y caerse... Cuando ella interpreta que se le está sermoneando dice "no te oigo, qué dices, es que estoy sorda de este oído". Y aunque se le repita una y otra vez, nada, imposible... Oye poco, pero lo magnifica según el contenido de la conversación. Por no hablar de cuando monologa, monologa, monologa, y que habla a toda velocidad, y nadie puede intervenir en su conversación-monólogo.

¿Solución? Poca. Sigue en sus trece: marchándose a casa, regresando, como si la residencia fuera un hotel, y desoyendo sus consejos. No podemos ponerle un GPS por si se pierde. Y, la verdad, hemos claudicado con ella.

lunes, 5 de octubre de 2009

Departamento de Atención al Cliente, dígame...

Una de las situaciones más habitual y deseable para un Psicólogo es que los residentes tengan la confianza suficiente para comentarle lo que más le preocupa, sus dudas, sus miedos, el reclamar un apoyo, alguien que le comprenda, una empatía, etc. Pero muchas veces ese papel de soporte y mediador en situaciones conflictivas ha derivado en que muchos residentes me hayan visto como una especie de "Departamento de Atención al Cliente", o dicho en plan fisno "Customer Service".

Hay momentos en que los mayores demandan cosas difíciles de conseguir, o inviables, como que se les lleve al servicio cada media hora (lo normal en alguien con incontinencia), o que le den de comer algo a su gusto y capricho. Oh, no, esto no puede ser, y es difícil mediar, aunque con la práctica sí que se logra.

Y para muestra, un botón de las situaciones de Customer Service más divertidas que me ha tocado presenciar.

1.- El colchón lleno de "bollos".

Cuando una persona tiene riesgo de úlceras por presión y necesidad de cambios posturales, se le pauta un colchón antiescaras. Es como una colchoneta inflable con unas burbujas para evitar la presión sobre el cuerpo, sobre todo en las zonas que más se ulceran, como son las caderas o los talones, o incluso el trasero.

Llegó un día una residente con aparente buen nivel cognitivo en actividades de papel y lápiz, pero no en razonamiento abstracto, ya que no comprendía las consecuencias de todo lo que ella hacía o los demás le mostraban. Vino quejándose de que "Elena, a ver si me quitan este colchón maligno que me han puesto. Que desde que me rompí la cadera y me operaron tengo estas burbujas que se me clavan en la espalda todas las noches y no me dejan dormir. Por favor, quiero un colchón liso para que pueda descansar".

Por mucho que se explique, ella no lo comprendió y le tuve que decir que el colchón se lo quitarían cuando pudiera valerse por sí misma. Y cuando recuperó la marcha no se volvió a quejar del colchón "maligno".

2.- Un cojín negro durísimo.

Otra residente, recién llegada del hospital por un ictus y con una considerable hemiplejía izquierda y heminegligencia, se me quejó de que "tengo un cojín negro durísimo que me han puesto desde que volví del hospital y se me están clavando los huesos de la pelvis, parecen los pupitres de tortura de la Facultad". Se refería al cojín antiescaras, de silicona, para evitar problemas de úlceras por presión en el "culete". Que muchas horas en silla les tiene que doler, es cierto.

3.- La sopa está muy fría, caliéntenmela.

Un buen día, cuando empecé mi actividad profesional en un Centro de Día de demencias, estuve el verano entero sustituyendo a una compañera. Y como era verano, un día pusieron gazpacho. Y hubo un usuario que protestó hasta la saciedad y con pasmosa agresividad de que "la sopa estaba fría, que se la calentasen".

4.- Tengo la cama rota.

Y esta es de hace pocos días, protagonizada por Carolina, una Pozo de Sabiduría que merece una entrada para ella sola. Llegaron sus hijos, que son encantadores, y les dijo llorando que tenía la cama rota, que la tocaba por la noche y que a la altura de su cintura estaba rota, que no podía dormir, que cualquier noche se caía y se rompía la "crisma"... Los hijos, que saben cómo es su madre, fueron a preguntar al Director que les explicase a qué se refería su madre: no le creían su historia y querían contrastar a varias fuentes.

En mi caso, le pregunté a la Jefa de Auxiliares de la tarde y me dijo que la cama no estaba rota, que la mujer era un poco fantasiosa. Resulta que su cama es regulable en altura, y duerme con las piernas elevadas por sus problemas con la circulación de retorno; y también con el tronco elevado porque tiene reflujos por la noche. Entonces, ¿qué es lo que nota cuando toca? Que la cama tiene una división de sus partes, no que esté rota.

Hubo que explicárselo a Carolina porque estaba desesperada... pero se calmó y volvió a ser la mujer irónica que es, y muy divertida.

Si es que, un día de estos me voy a poner un mostrador para que parezca más creíble el ser "Customer Service".

No me libré de la "novatada".

Buenos días,

tengo que contar una situación que para mí fue muy divertida, y a la vez inesperada: los residentes de la Resi nueva me ¡hicieron una novatada! Sí, eso mismo; entre ellos se pusieron de acuerdo en un breve tiempo para organizarla.

Me acerqué al patio que hay fuera donde se sientan los residentes, las familias con ellos, están las compañeras dándoles zumos para seguir con las rondas hídricas, todos ellos se saludan, y hay una mesa en la que están un grupo de unos 10 residentes. Ellos son válidos, están bien a nivel cognitivo, se socializan, se relacionan entre ellos, todo muy bien.

Me presenté, se presentaron ellos y después de charlar animadamente, que me estuvieron contando cómo funciona el Centro, quiénes son compañeros de habitación, quiénes son los más guerreros por la noche, el que no come nada, el que se come hasta la vajilla, el que se duerme en la gimnasia... Digamos que me pusieron al día de la crónica social de la Resi.

Sin embargo, cuando les volví a preguntar los nombres y a ver si yo los había comprendido, que eso de los nombres no es mi fuerte y suelo intercambiarlos, se los intercambiaron entre ellos. Y claro, más confusión:

- "Irene, ¿Usted qué opina de esta noticia?
- Perdón, que no soy Irene, soy Marta.
- Marta, disculpe mi error, que soy nueva.
Y otra señora decía "no, que Marta soy yo"

Y así durante un buen rato en que me divertí siendo objeto de broma sana entre un grupo de mayores. Hacía tiempo que no experimentaba algo así: mayores en Institución con buen nivel cognitivo hasta para hacer una broma colectiva y bien llevada.

Enhorabuena por vuestro sentido del humor!!! Desde entonces a este grupo le llamo el "Comité de Sabios" porque siempre están al tanto de todo.