martes, 29 de julio de 2008

Mira que me gusta un bingo!!!

Buenas noches, hoy tratamos el tema del bingo en las residencias, actividad cotidiana y del programa habitual de animación o estimulación. Es cierto que les hace una gran ilusión, sobre todo que el que gane se lleva un premio, que por pequeño que sea, les gustará. Nosotros regalamos productos de higiene, que siempre son útiles.

El ritual comienza con el reparto de cartones, donde salen a la luz las mayores supersticiones de los residentes: quiero un cartón azul claro, que tenga el número 33 (hale y a buscar cuál cartón tiene ese número), que yo me pongo cerca porque no oigo, que saco la estampita para que me dé suerte...
Y después a cantar los números y a que cuando sale un 5 alguien haga la famosa rima con el 5. Decir los números varias veces porque no siempre atienden bien los mayores, o no lo oyen o están distraidos, sobre todo deletrearlos "veintisiete, dos siete".
Cuando uno canta bingo, comprobar bien que han salido todos los números, porque algún tramposete se pone más judías sobre el cartón a ver si cuela, pero no.

Yo antaño pedía un bingo alternativo para personas con más dificultades, con números del 1 al 20 y un cartón con sólo 5 números, para ayudarles más fácilmente y motivarles más. Tengo la suerte de que ahora en mi Resi tengo autonomía para hacerlo, así que me pondré manos a la obra en cuanto pueda. Los residentes con mayor deterioro cognitivo y funcional lo merecen, que son muy agradecidos.

lunes, 28 de julio de 2008

Os presento a mis residentes

Ay, cuántas entradas hoy. Es que las había escrito en el aeropuerto de Bruselas, ya para regresar a casa, porque esperando al vuelo no había chicos guapos solitarios con los que entablar conversación (ajjaja, soy incorregible).

Voy a comenzar la presentación de cada uno de mis "Pozos de Sabiduría" con Alejandra (nombre falso), una mujer de 92 años con una vitalidad increíble. Tiene bastante deterioro cognitivo y muy buena movilidad para sus años, a veces Alejandra me recuerda a la protagonista de la serie "La superabuela" porque le da por correr, por dar saltos... El primer día que se le ve trotar, una se asusta porque parece que se va a caer, pero noooo, es ágil como una gacela joven porque ya es nonagenaria la señora.

Hace unas semanas se levantó con un dolor abdominal muy intenso, pero ella es una mujer bastante quejica (de las que se cantan una soleá cuando se le cura o se le lleva al podólogo) y se le llevó la médico a la enfermería para observarle bien. Cuando se tumbó en una de las camas comenzó a protestar y a suplicar que le llevasen al servicio que tenía una graaaaaan necesidad, a lo que mi compañera me llamó para que tranquilizase a la señora. Vinieron dos auxiliares a llevarle al servicio, a lo que la mujer no hacía más que quejarse de lo enfermísima que estaba, las dos chicas llevándole "a caballito".

Cuando llegaron al baño geriátrico (como a 8 metros de la enfermería), decía que no podía, que se le habían pasado las ganas y la necesidad. 15 minutos después, vuelven todas a llevarle. Y se tumba en la cama y sigue moviéndose, con las piernas por lo alto, luego se cambiaba a sentada con las piernas cruzadas a lo "tumbona de playa", luego con las piernas en el suelo como si se pusiera a meditar, sólo le faltaba subirse los pies a la cabeza como los bebés. La médico decidió que le subía las barandillas de la cama, no fuera a ponerse depié y saltase a la cama de al lado, porque es capaz.

Ah pero, ¿estaba tan mala? Pues después de todo este movimiento y despliegue de elasticidad, agilidad y resistencia física, que temimos que se pusiera a saltar sobre la cama, como los niños, se queda quieta y dice "Doctora, que yo estoy perfectamente, qué hago aquí entonces". Y que entre tanto movimiento la señora no se dejó explorar porque se moría del dolor (o eso ella decía). Sin poder hacerle una exploración en condiciones, empieza a suplicar de nuevo que le lleven a su habitación que está perfectamente, que ella no miente y que nunca se había sentido mal. Son notables sus problemas de memoria, claro.

Después, se fue de nuevo al saloncito donde se sientan y como si no hubiera pasado nada, porque al momento vio a su hija y salió corriendo a darle un abrazo (abrazo con saltitos, como es costumbre en ella), y eso que lleva andador.

Alejandra tiene una compañera de habitación que es encantadora y está muy pendiente de ella, a la que siempre le está provocando para echar una carrera con los andadores. Total, que ese día le preguntaba yo por su dolor de tripa y me decía que a ella jamás le dolía la tripa. Nada, y del lío que armó en la enfermeria ni rastro por su hipocampo (estructura del cerebro que regula la memoria).

No quiero ni pensar cómo estáran sus hipocampos, pero su aparato locomotor goza de una excelente forma. Ya me aventuro la solución a los dolores repentinos y agudos de los residentes: ponerles a bailar o a hacer algo, porque así se distraen y me consta que muchos somatizan porque no saben buscar otro entretenimiento. Eso corre de nuestra cuenta, que tenemos que dárselo.

XOXO - Gossip Girl.

Socorro que viene el podólogo!!!

Los jueves toca podólogo en la Resi. Y aunque les es muy necesario, la mayoría no quiere ir. Manteniendo bien el estado de sus pies consiguen eliminar sus problemas y prevenir la formación de otros.

Pero ¿cuál es la labor del psicólogo en un jueves con el podólogo? Muy sencillo: apoyar en la persuasión para que suban a arreglarse los pies. Muchos, claro está, se niegan porque saben que para quitarles esos callos gigantes les hacen daño, y otros a quienes se les lleva porque tienen más deterioro se alteran y el podólogo corre peligro de llevarse un patadón en la cara. Así que, entre convencer a unos y distraer a otros, se pasa una mañana "entretenida".

Situaciones prototípicas:
  • Quejas, quejas y más quejas. Es un momento de "cante jondo" de ay ay ay ay. El problema es cuando hay más vocabulario que el ay. Y ahí no se distingue entre si tiene o no tiene deterioro.
  • Ver el momento como una agresión o mutilación: "me cortas los dedos", "que me arrancas las venas", "suéltameeeee".
  • Los que niegan tener problemas con los pies. Le digo a una señora "tienes que arreglarte los pies" a lo que me dice que sus pies están perfectos. Conseguimos subirle en el sillón y no hacía más que chillar; le dije "que tienes unos callos como pianos" y me contestó toda airosa "yo no tengo callos, señorita, soy una mujer de verdad y las mujeres de verdad no tienen callos". Toma ya.
  • Los que insultan o amenazan al podólogo, con y sin deterioro cognitivo. Cuanto mejor conservada esté su cognición, más elaborados son los insultos e imprecaciones, o más socializados, quizá. Desde el "mira que eres bruto" hasta otros insultos que salen de forma espontánea...
  • Y los que deambulan y tienen agitación, y no paran de moverse, con lo que si no se les ayuda a calmarse se les corta algo más que la uña.

En fin, que un día me he llevado un par de arañazos, me han llamado de todo, e incluso he celebrado con una residente que ya no tenía callos. Pero el podólogo me agradece notablemente mi ayuda, sobre todo que no se lleva ningún tortazo.

Para que diferencien los roles del Equipo.

Si hay algo realmente molesto en las residencias es el permanente grito de "señoritaaaaaaaa!" de más de uno. Además, que hay quienes demandan atención constantemente, que les gusta ver gente de bata blanca cerca, o quienes llaman a cualquiera porque se aburren.

Muchos residentes nos acusan de que no hacemos caso, de que no les atendemos, de que no les escuchamos... Suele ocurrir porque todos los que trabajamos en una residencia vamos a la carrera y sin tiempo para pararnos con cada uno, o porque lo que nos están demandando no es de nuestras funciones. Sirvan estos ejemplos:
  • Pedir al DUE (enfermero) que le ponga a la residente unas medias de compresión.
  • Decirle al administrativo que le traiga un vaso de agua.
  • Que la fisioterapeuta le cambie en el baño.
  • ETC.

Un residente muy insistente con sus demandas, cuando algo le interesa, me ha llegado a rogar casi de rodillas que le curase unas úlceras que tenía en las piernas. Me ve con la bata y con algo colgado del cuello y se piensa que soy el médico, pero esa labor de curas es de los DUE.

En mi residencia llevamos una vestimenta claramente diferenciadora, a diferencia de otros sitios en que son de "pijama blanco pa tós". Limpieza, auxiliares y personal de comedores van con pijama blanco completo. Pero a las de limpieza las distinguen por el carro con los útiles y las del office porque su labor se limita al área de comedores. DUE, Fisioterapeutas y Terapeutas Ocupacionales con pijama verde; médicos, psicóloga y supervisora con ropa de calle y bata blanca encima.

Hay que contar con las dificultades cognitivas de las personas mayores, mucho más si tienen deterioro. Las razones que se me ocurren para no diferenciar los roles son:
  • Falta de atención selectiva (palabro de neuropsicóloga) y de discriminación de estímulos, y percepción de situaciones sociales: no buscar en el espacio que haya alguien con pijama blanco completo.
  • Inatención al exterior y priorización de su propia demanda.
  • No saber si lo que demanda es más importante, menos importante o si es urgente. Esto compete a las funciones ejecutivas, capacidades bastante afectadas en mayores con deterioro cognitivo (como el 90% de mis residentes).
  • Memoria episódica: recordar qué te ha dicho la señorita psicóloga sobre las vestimentas de la gente.
  • Memoria semántica: no saber qué funciones tiene cada profesional.
  • Visopercepción: hay un "sujeto de blanco al fondo"

Por eso, lo que está funcionando es que ciertos residentes se fijen en los pantalones de los profesionales. Cuando me piden que les bañe, les pregunto ¿de qué color son mis pantalones?. Y si ellos me dicen "llevas vaqueros", les hago deducir que las chicas y chicos que bañan y asean no llevan vaqueros. O que el que le pincha la insulina lleva pantalones verdes, que son verde quirófano, así para asociar mejor el rol con el entorno. Y si quieren que les atienda una auxiliar, les digo que busquen a alguien que vaya toda de blanco.

Y así, por el color de la ropa pueden aprender a ver qué hace cada uno. Por lo menos estoy consiguiendo que no me pidan que les bañe o que les ponga las medias de compresión (tortura para la auxiliar que tiene que ponerlas).

Afortunadamente, aunque despacio, aprenden los roles, e incluso los nombres del personal. Eso sí, cuando tienen una necesidad no priorizan la urgencia de ésta. Y el que es demandante por naturaleza, lo seguirá siendo. Otro tema es que no pierdan las formas.

De vuelta del puente

Los lunes son muy duros en una residencia, sobre todo tras largos fines de semana y puentes como este (el de Santiago). Yo que estaba tan feliz de la vida en Bruselas zampando chocolate y bebiendo Mort Subite y regreso y me encuentro este panorama:
  • 1 que se da de baja contra todo pronóstico (que se marcha a otro centro).
  • 2 vomitando.
  • 4 con diarrea.
  • 2 con un estreñimiento atroz.
  • 4 insomnes.
  • 3 peleas entre residentes de la zona de Demencias.
  • 2 que se han escapado a la calle.
  • 1 caída.

O sea, que he pasado lo menos media hora leyendo el parte de incidencias y tomando nota de qué hacer como señora Psicóloga que soy.

Lo primerito, actualizar los residentes de los que se dice que tienen riesgo de fuga: el listado tiene que revisarse cada mes, ya que las personas cambian mucho. A saber: unos que tienen riesgo porque deambulan, pero evoluciona su demencia y pasan a la marcha inestable o, peor aún, al inmovilismo. Otros, porque antes se desplazaban por el centro de forma independiente, pero que en breve tiempo han aumentado su deterioro cognitivo y ahora se desorientan y se pierden. Y también otro grupo en que deciden intentar escaparse.

Lo segundo, mis actividades programadas (que ocupan el 80% de mi jornada), y lo tercero, actualizar el resumen de los trastornos de conducta de los residentes del centro, porque tienen un repertorio importante.

Mañana volveré para ver si todo sigue igual y ha habido pocas novedades.

viernes, 18 de julio de 2008

Trabajar en una Residencia

Hoy en día tener un mayor dependiente en casa supone un gran quebradero de cabeza. Pensamientos como aprovechar los recursos que tenemos, la culpabilidad que nos lleva al cuidado con abnegación de la persona (*Alumnos!! Esto fue pregunta de examen!!), valorar qué es lo más necesario, qué es lo que económicamente la familia se puede permitir, etc. son habituales en muchas familias españolas.

En este momento me encuentro en disposición de defender el recurso comunitario en el que trabajo: una Residencia Geriátrica. Por fortuna se está cambiando la imagen que se tenía de las residencias, aunque hay todavía hechos lamentables como residencias con numerosas denuncias por negligencias y mala praxis que dañan la imagen de los centros como un todo global y que salpica a los profesionales que intervienen.

Una residencia no tiene por qué ser triste, aunque el mayor esté separado físicamente de su familia. Un mayor dependiente no puede ser objeto de comentarios como "qué penita, pobrecito" porque en un centro con personal cualificado está bien atendido. O también comentarios que desprestigian la labor de los profesionales.

Pues bien, los familiares son familia, aportan cariño, apoyo, amor y dedicaciones a su mayor, pero no son profesionales del campo; los profesionales somos lo que somos, y podemos tratar también con cariño a los mayores. Ambos, profesionales y familia, son necesarios para el desarrollo personal del mayor en una residencia, y la comunicación entre ellos tiene que ser lo más fluida posible. Muchas veces las familias interpretan de forma errónea los delirios, el que la señorita no se pare las 100 veces que el residente demanda su atención, el que el técnico desaconseje la salida del centro en Navidad, etc. Algunos se consideran atacados si ven que estas situaciones no se solucionan a su manera, pero ahí está la labor del profesional para aconsejar, desmitificar y ayudar a percibir la realidad de la forma más objetiva posible. Los profesionales debemos ayudar a la familia en todo lo que sea posible, pero siempre cada uno en su espacio y sin invadir el del otro.

Cuando existe esa comunicación fluida, se resta importancia a aquellas situaciones, o se les da la que merecen; se quita la residencia el estigma que tiene de centro triste y aburrido, y se mejoran las relaciones entre el centro y la familia.

Las residencias no son un "aparca-mayores", sino que son Centros Sociosanitarios en que se prestan las atenciones a las personas mayores dependientes en función de su grado de independencia funcional (*ya salieron las palabrejas de mi Tesis*). De hecho, muchos mayores que vivían en casa y que no recibían los cuidados necesarios han mejorado notablemente al estar al cargo de profesionales de la gerontología: un diagnóstico acertado, un tratamiento adecuado a su patología, mejora de su independencia, mejora de su estado de ánimo al no estar aislado socialmente, mejora de su movilidad al recibir tratamiento del Fisioterapeuta... Muchas familias, pasado el momento duro de dejar al mayor en una institución, lo reconocen.

Los familiares y sus situaciones merecen varios capítulos, porque las hay de lo más rocambolesco. Así como de lo que sucede en las residencias.

Yo defiendo la existencia de residencias para personas mayores dependientes, no tanto para personas que no lo son, para las que existen otros recursos como los pisos tutelados, la ayuda a domicilio o los centros de día. La relación coste-beneficio es muy buena, ya habrá momento de calcularla... Luego la adaptación del mayor al centro es otro cantar.

No existe el centro ideal, y hay muchas opciones. Sólo necesitamos elegir la que más nos guste y más se adapte a nuestras necesidades.

Buenas noches y buen fin de semana a todos.

Elena

Nuevo Blog!!!

Hola,

siempre quise tener mi blog, pero dada mi dispersión me era difícil decidir qué tema tratar. Al final hoy me decidí, y será el momento para contar las anécdotas y las vivencias que tengo como psicóloga dedicada a las personas mayores.

En la actualidad trabajo en una residencia geriátrica en una localidad de Madrid, trabajo que compagino con mi plaza de Profesor Asociado en la Escuela de Trabajo Social de la Universidad Complutense. Por supuesto que mis alumnos, a los que también considero pozos de sabiduría, ya se conocen muchas de las historias que contaré, que ya he narrado en clase a modo de ejemplo. Y surgirán otras nuevas, porque la creatividad de los mayores es inagotable, aunque no lo parezca.

Para respetar la intimidad de las personas protagonistas de las vivencias, utilizaré nombres ficticios para referirme a ellas, y todo lo que narre lo haré con el máximo respeto hacia su persona; será lo máximo posible en clave de humor, pero también con cariño.

Espero que quien lo lea, o se sienta identificado con las vivencias, comente también sus experiencias, sean con mayores o con otros colectivos.

Un abrazo,

Elena.

Postdata: pondré otra foto, en la que se me vea con mi habitual bata blanca.