Pero ¿cuál es la labor del psicólogo en un jueves con el podólogo? Muy sencillo: apoyar en la persuasión para que suban a arreglarse los pies. Muchos, claro está, se niegan porque saben que para quitarles esos callos gigantes les hacen daño, y otros a quienes se les lleva porque tienen más deterioro se alteran y el podólogo corre peligro de llevarse un patadón en la cara. Así que, entre convencer a unos y distraer a otros, se pasa una mañana "entretenida".
Situaciones prototípicas:
- Quejas, quejas y más quejas. Es un momento de "cante jondo" de ay ay ay ay. El problema es cuando hay más vocabulario que el ay. Y ahí no se distingue entre si tiene o no tiene deterioro.
- Ver el momento como una agresión o mutilación: "me cortas los dedos", "que me arrancas las venas", "suéltameeeee".
- Los que niegan tener problemas con los pies. Le digo a una señora "tienes que arreglarte los pies" a lo que me dice que sus pies están perfectos. Conseguimos subirle en el sillón y no hacía más que chillar; le dije "que tienes unos callos como pianos" y me contestó toda airosa "yo no tengo callos, señorita, soy una mujer de verdad y las mujeres de verdad no tienen callos". Toma ya.
- Los que insultan o amenazan al podólogo, con y sin deterioro cognitivo. Cuanto mejor conservada esté su cognición, más elaborados son los insultos e imprecaciones, o más socializados, quizá. Desde el "mira que eres bruto" hasta otros insultos que salen de forma espontánea...
- Y los que deambulan y tienen agitación, y no paran de moverse, con lo que si no se les ayuda a calmarse se les corta algo más que la uña.
En fin, que un día me he llevado un par de arañazos, me han llamado de todo, e incluso he celebrado con una residente que ya no tenía callos. Pero el podólogo me agradece notablemente mi ayuda, sobre todo que no se lleva ningún tortazo.
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