Buenos días a todos.
Muchos pensamos que cuesta tanto pedir ayuda como aceptarla sin pedirla. Os explico de qué estoy escribiendo.
El viernes salió
un artículo en el Berliner Zeitung que cuenta de forma extensa la
problemática: muchos mayores que requieren atención no se dejan ayudar, sea por
vergüenza, por querer mantenerse independientes hasta que no puedan valerse, o
bien por no tener conciencia de necesitar ayuda. Si no quieren tomarse la
medicación, ni ponerse el audífono, ni dejan entrar a los auxiliares de SAD, o
no les da la gana ir de copiloto en el coche, son situaciones muy
sobrecargantes para los cuidadores familiares ¿Y qué hacen entonces? Aparte de
preocuparse, quejarse en Internet en los foros y buscar otra ayuda.
En Alemania hay
2,5 millones de personas en situación de dependencia, del grado que sea. Los
dos tercios de ellos tienen un cuidador familiar, frecuentemente los hijos.
Aunque los cuidadores familiares tengan una gran sobrecarga corporal y
psíquica, muy rara vez piden ayuda o entran en grupos de cuidados al cuidador. Sin
embargo está bastante extendido lo de entrar en foros de internet de cuidadores
y compartir experiencias de cuando su padre/madre se pone agresivo, pesado o
cabezota y rechazan todo tipo de ayudas. Una usuaria relata “mi abuela tiene 90
años, pero nos tiene amedrentadas a mi madre y a mí” y otra cuenta que su
madre le lleva por la calle de la amargura y es como si hablase con la pared.
Muchos hijos que
cuidan de sus padres ven este cambio demográfico como muy complejo, que los
padres cada vez necesitan más ayudas por la involución de su estado y siempre
se menciona la “cabezonería de la edad”: da igual de qué ayuda se trate, hay
conflicto a diario sí o sí y no hay manera de negociar con la testarudez
personificada. Se pone la cosa fea cuando hay que tramitar el grado de
dependencia (el Pflegestufe) y viene el valorador a casa: el mayor dice que
está bien, que puede hacer todo, el hijo lo niega, el mayor se enfada y el
valorador no sabe a quién creer. Lo habitual. Y más feo es aún cuando hay que
ingresar al mayor en una residencia, que es cuando se puede armar la de San Quintín.
¿Por qué nos cuesta aceptar y recibir ayuda?
Psicólogos y
expertos en cuidados a los mayores aconsejan un cambio de perspectivas. Los
mayores suelen reaccionar con rechazo porque tienen miedo de abandonar su
independencia. La pérdida de autonomía es un proceso doloroso. Para todo aquel
que siempre ha sido muy independiente y que ha resuelto todo solo y sin ayuda,
es un cambio muy drástico. Seguro que conocemos muchos casos de mayores de más
de 80 años, no del todo independientes, que rechazan todas las modalidades
posibles: que se les traigan “tappers” con comida preparada, una empleada de
hogar una vez por semana para la limpieza o alguien que les haga compañía, por
citar ejemplos. Creen que pueden manejar todo solos, pero no es cierto y los
hijos se desesperan.
¿Qué hacemos en
estas situaciones? No hay recetas mágicas ni soluciones milagrosas. Es
importante que la persona mayor acepte que ya no está en forma y que necesita
alguien que le apoye en ciertas actividades, que por ello no es menos
inteligente, sino que se hace mayor. Ahí viene el cambio de roles: los hijos
ahora cuidan de los padres. Para ello se ha creado la iniciativa “Cuidar y
Vivir” (Pflegen und Leben).
Los expertos de la plataforma aconsejan a los familiares que no pueden con
la testarudez de sus padres que introduzcan una persona como mediador, que sea
un conocido, un amigo, otro familiar u otra persona de confianza. De este modo
los mayores se dejan ayudar mejor si entra en escena una persona externa o
neutral y no consideran su ayuda como amenaza a su independencia. Tampoco los
hijos que cuidan de sus padres deben ser tan orgullosos de pensar “esto lo saco
yo solo adelante”.
El portal “Cuidar
y Vivir” pone un equipo de psicólogos y trabajadores sociales a disposición de
los familiares, que de forma anónima aconsejan cómo actuar en situaciones
críticas. Pero ¿por qué es tan complejo ayudar? El equipo, según su
experiencia, llega a estas conclusiones:
- Para los padres no es agradable ser cuidados por los hijos, no quieren ser una carga para ellos.
- Hay un gran sentimiento de vergüenza, sobre todo cuando un hijo le tiene que lavar.
- Ese cambio de roles de hijo que cuida a padre todavía lo ven como antinatural.
Y a modo de
conclusión se pueden dar estos consejos cuando los hijos se sienten como que
hablan con la pared y que el mayor no les hace caso:
- Cambio de perspectiva: preguntarse por qué reaccionan sus padres con rechazo y qué miedos tienen.
- Buscar ayuda para sí mismos, como cuando acuden a los grupos de familiares, porque el intercambio es muy importante
- Buscar ayuda profesional, como SAD, voluntarios, el trabajador social de zona, etc.
- Que un tercero haga la labor de mediador, ya que al ser neutral puede hacer calmar la situación.
- Comunicación directa y sin jerarquías, sin amenazar.
- Llegar a acuerdos con los temas importantes, como de poner cotitular en la cuenta bancaria o de no conducir solo.
- Si se enfada el mayor, mejor retirarse y volver calmado.
- Relajación y cuidarse uno mismo.
Como podéis ver,
mis queridos seguidores, los mayores en todos los países son igual de cabezotas
y tercos cuando no quieren recibir ayuda. Un tema de fondo es que cada sociedad
tiene sus reglas, y más aún en la sociedad alemana, en que la independencia y el
no necesitar a nadie son valores muy importantes. Por no hablar de lo lejos que
está la familia, no sólo físicamente.
Espero que el tema os haya gustado y os haya hecho pensar, sobre todo cuando el orgullo nos nubla la mente y no queremos ser ayudados.
Abrazos desde Berlín!
No hay comentarios:
Publicar un comentario