Entre 90 residentes hay perfiles y formas de ser muy variopintas, y procedencias de muy diversos entornos socioculturales. Tenemos gente urbana, rural, universitaria, con escolarización básica, con buen carácter, con mal carácter, quejicas, espartanas... Entre ellas, hay una en concreto, Rocío, que tiene el comportamiento más infantil; así, concuerda con el tópico de que los mayores se vuelven como niños. Tópico con el que no estoy de acuerdo y jamás lo he estado.
Rocío tiene la habitación en la misma puerta del pasillo. Es una mujer menuda, que siempre está depié porque tiene un problema con su cadera que le dificulta permanecer mucho tiempo sentada. Suele demandar atención de todo el personal por un sencillo motivo: quiere ser siempre la primera en todo. No tolera cosas como que ella sea la tercera en que se le lleve al cuarto de baño, o que haya residentes arreglados y aseados por la mañana y que ella no esté arreglada a esas horas. Y ayer tuvo que esperar a que saliera otro residente del cuarto de baño y no hacía otra cosa que increparle metiéndole prisa para que saliera cuanto antes.
Todas las mañanas, cuando no se le ha lavado antes de las 9, sale a la puerta de la habitación, con la redecilla en el pelo para no estropear el peinado, con la ropa escogida colocada sobre el andador, vestida con el camisón y la bata, y pidiendo a todo el que pase que le arreglen que no es justo que tenga tanto que esperar. Quejas, quejas y quejas.
Cuando llega el momento del baño, no quiere nunca que le laven la cabeza, porque dice que ve cada vez peor de todo el jabón que le echan en los ojos, que hay que ser más cuidadoso cuando a ella se le bañe. Que con la esponja le frotan demasiado fuerte y un día de estos le van a arrancar la piel. O que al ponerle las medias de compresión le están retorciendo las venas y le van a cortar la circulación de la sangre.
Cuando se le baña, Rocío es un mar de quejas, que las da, en su línea infantil, lloriqueando y haciendo pucheros, y recalcando lo malas que son todas las auxiliares y lo brutas que son con ella. Eso es totalmente falso, porque no tengo compañeras brutas ni malas; ellas realizan su trabajo correctamente y una de sus funciones es asear al residente.
Otro comportamiento infantil de Rocío es cuando quiere ser la primera en entrar al comedor, y desde casi media hora antes ya está en la puerta como un centinela. Eso sí, todo lo quejica que es con la atención, que siempre está con que no le atienden, con que ella no se sienta porque luego nadie le levanta, luego es muy agradecida con la comida. Todo le gusta, todo le parece bien y siempre que le dicen qué hay de menú ella está encantada con cualquier plato que pongan. Eso sí, el sueño se acaba cuando se queja de que no le dan las pastillas y que por qué se lo tienen que dar la última.
Como su comportamiento es predecible, sabemos cómo manejar sus quejas. Pero si es infantil para lo malo, también lo es para lo bueno. El día de su cumpleaños se paseó con una enorme caja de bombones y a todos nos iba ofreciendo, y nos hacía que nos comiéramos dos o tres porque estábamos todos “muy flacos y nos hacía falta algo de energía”. Justo ese mismo día falleció su compañera de habitación en el hospital, pero no le informamos hasta pasados dos días para no estropearle la celebración. Y para ella su cumpleaños es algo muy importante.
Sí, es cierto, Rocío tiene un comportamiento muy infantil, pero es la única de entre 90, no teniendo diagnóstico de demencia y consecuente involución. ¿Alguien que me desmonte la teoría de que los mayores son como niños?
Ya publicaré alguna entrada desmontando el tópico.
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